Frase del dia

lunes, 6 de septiembre de 2010

El trialismo y la cuestion iliria



Aspiraciones de la Gran Serbia en 1912

El siglo XX europeo se abrió, y se cerro, con sendas crisis bélicas que tuvieron un mismo escenario: el conjunto de territorios que, a lo largo de la centuria, fue conocido como Yugoslavia.

Los pueblos eslavos meridionales, o yugoslavos, se habían ido constituyendo, desde los inicios de la Edad Media, con la aportación de elementos diferenciales: cristianismo, catolicismo u ortodoxo, e islamismo, alfabeto latino o cirilico, influencias culturales griegas, turcas o germánicas, sumisión a Austria o Turquia... De todas estas diferencias, la mas patente a comienzos de la pasada centuria era división entre los que estaban integrados en el imperio austro-húngaro y los que habían sido súbditos otomanos. Los primeros mantenían un intenso contacto con el mundo centro europeo, de raíces germánicas . Y los segundos habian vivido un largo periodo de relativo aislamiento con respecto a las pautas culturales europeas, antes de crear estados independientes bajo la influencia, mas o menos manifiesta, de Rusia.

Una gran Serbia

Pese a todo ello, entre los sureslavos siempre existió un sentimiento de comunidad étnica, que se vio favorecido cuando, durante la primera mitad del siglo XIX, un grupo de lingüistas fijo un idioma común para serbios y croatas, el serbiocroata, si bien cada pueblo adopto un alfabeto distinto, conforme a sus diversas pautas culturales y religiosas. A la normalizacion lingüística se unio la actuación de una escuela historiografica que reivindicaba los lazos comunes de los eslavos meridionales y un pasado glorioso frente a sus vecinos alemanes, magiares, griegos y turcos.

De este sedimento surgió, sobre todo entre la elite cultural croata, el movimiento conocido como ilirismo, con referencia ala Iliria de la antigüedad, buscaba un renacimiento eslavo bajo pautas culturales políticas comunes para eslovenos, croatas y serbios, que no implicaban necesariamente el rechazo a la soberanía de los Habsburgo. De hecho, tras el compromiso austrohungaro de 1867, que frustraba las expectativas de las minorías eslavas del imperio y que liquido prácticamente el ilirismo, muchos de sus seguidores asumieron la "solución trialista", que pretendía convertir la monarquía dual en una confederación de carácter étnico, en la que los eslavos meridionales tuvieran su propio estado, en pie de igualdad con los germanos y magiares.

Ilia Garasanin

Pero este planteamiento era ajeno a los nacionalismos particularistas, que llevaban tiempo desarrollándose entre los diversos sureslavos. El mas potente, puesto que contaba con Estado propio, era el serbio. Su visión de una gran Serbia que abarcara todos los Balcanes occidentales, que había sido expuesta en programa, el Gran Proyecto, publicado en 1844 por el político conservador Ilia Garasanin. Su cumplimiento requería, mas que el consenso entre los pueblos eslavos, de su separación de Austria-Hungria y Turquía que permitiera a Belgrado unificar la región bajo la soberanía serbia. pero este proyecto no solo encontraba la lógica oposición de Viena y Constantinopla, sino también la hostilidad de los nacionalismos eslavo y croata. Este ultimo, el croatismo, defensor de una Gran Croacia que incluyera Dalmacia y Bosnia-Herzegovina, se convertiría en una amenaza creciente para la estabilidad de la Monarquía Dual.

A comienzos del siglo XX, la "cuestión yugoslava" se había convertido en rompecabezas de difícil solución. El control que austriacos y húngaros ejercían sobre la regio era crecientemente contestado y favorecía la acción de los círculos nacionalistas de Belgrado. Pero la posibilidad de ser integrados en una Gran Serbia provocaba ab ierto rechazo entre las restantes etnias eslavas. A su vez, el nacionalismo croata era contemplado como una amenaza por la numerosa comunidad serbia de Austria-Hungría.

La paz europea, en peligro

En este contexto, reapareció con fuerza el ilirismo. Los neoirilistas creyeron encontrar durante algún tiempo apoyo a su proyecto trialista en ciertos círculos políticos vieneses y en medios cortesanos, incluido el propio heredero del trono, archiduque Francisco Fernando. Pero, de cualquier forma, la renovación del compromiso austromagiar en 1907 y la anexión directa al imperio, un año después de Bosnia-Herzegovina, parecían condenar al fracaso cualquier intento que intentase corregir las tendencias dominantes de germanización y magiarizacion forzosas de las minorías étnicas.

En el verano de 1914, los eslavos meridionales de Austria-Hungría estaban lejos de compartir un proyecto político común. Pero su oposición a lo que representaba la continuidad de la confederación dual austrohungara era cada vez mas generalizada y, como demostró sobradamente el magnicidio de Sarajevo, ponía en serio peligro la paz en Europa, Sin embargo, muy pocos apostaban entonces por la nueva solución trialista que, de la mano de los aliados triunfantes, se impondría al final de la Gran Guerra, el reino de los serbios, croata y eslovenos, la Yugoslavia unitaria, regida desde Belgrado por los Karageorgevich.

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